viernes, 11 de septiembre de 2015

El Ruido y la Furia y Mazurca para dos muertos


Hoy os voy a hablar de dos fracasos. De dos grandes fracasos como lector.
—¿Y por qué nos cuentas fracasos cuándo lo que queremos es leer libros que nos gusten y nos entretengan?
—Porque que yo no haya podido con ellos no quiere decir que no sean obras de arte y quizás haya otros que sean capaces de abrazarlas y sacarles aquello que yo he sido incapaz de sacar. Y que otros que sí lo han logrado no se cansan de cantar: son obras de arte.
Estoy hablando del William Faulkner (sí, el mismo que leen con pasión en “Amanece que no es poco”… el que no haya visto la película no sabe lo que es surrealismo, imaginación y humor hispano en estado puro).
El Ruido y la furia.
Obra que describe una familia sureña americana con un hijo discapacitado. En el primer capítulo es él el que cuenta la historia. Son todo diálogos. Sin ninguna descripción. Frases lanzadas una tras otra. Los estados de ánimo, las descripciones, vienen, surgen en la mente del lector a partir de los comentarios de los actores. Es magnífico. Mezcla personajes, pero no contento con eso, mezcla épocas separadas únicamente por una entrada en cursiva. Pongamos unos diez años de diferencia entre una época y otra y los mismos personajes (o casi los mismos), pero con pequeños detalles que hacen que intuyas una progresiva decadencia: han vendido el prado… ya no está el padre… los negros jóvenes ya no tratan con tanto respeto a los señores ni a sus mayores… En ese aparente caos el lector, no me preguntéis cómo, consigue mantener el hilo conductor. Y se lee muy bien. Pero siempre con dudas: ¿habré entendido bien? ¿Maury? o ¿Benji?
En el segundo capítulo (son tres) cambia la forma narrativa. Ahora es diálogo interior. El narrador ya no es el niño (hombre) discapacitado. Ahora es cada personaje que va contando y mostrando al mundo sus miserias. Sus enormes miserias.
Y ahí lo dejé (el derecho inalienable de todo lector de mandar a freír espárragos al mejor autor de la historia que ha escrito la mejor obra de la humanidad porque le da la real gana) ¿Por qué lo dejé? Porque cuesta. No es fácil. Pero sí puedo decir que es bueno. Describe una nube, una niebla densa y mete el lector en ella para hacerlo avanzar a tientas. No se ve por dónde vas, pero avanzas. Algo ocurre a tu alrededor pero apenas ves lo que la niebla te deja ver. Esa es su virtud. Y ese es su defecto. Que en el camino puedes trastabillar y caer. Eso me pasó a mi. Y si eso ocurre te pierdes el final. Otros que sí la terminaron me dijeron que cuando cerraron el libro y volvieron la vista atrás la niebla había desaparecido y todo, absolutamente todo, se mostraba bajo un sol radiante de mediodía. Eso es lo que os ofrezco. Mi fracaso y, frente a él, la oportunidad de que vosotros sí lo logréis.
El ruido y la furia.
William Faulkner 1929



Pero hay otro fracaso más. Está visto que este mes me tocaba estrellarme. Y este tiene más delito porque no puedo culpar a una mala traducción. Es nuestro Camilo. Nuestro Camilo José. Nuestro Cela.

Mazurca para dos muertos.


Difícil describir este libro.
Imaginad la verborrea de una anciana con incontinencia verbal deseando contar muchas cosas de mucha gente que ella conoce, conoció o simplemente llegó a oír hablar de ellas pero que tu jamás oíste nombrar. Pues esa es la novela de Cela. Un derroche de información de personajes que se mezclan, se suceden, se incorporan, se abandonan, se olvidan, se crean, llegan y se van. Eso sí todo ello contado con el arte de Cela (cuya obra y capacidad artística, para mí, hace olvidar afortunadamente al personaje). En sólo un par de hojas del libro se suceden tantos hechos y tantos personajes con su descripción y sus actos como en muchas otras novelas de otros autores. Y todo ello envuelto en una selva de zarzas y caminos embarrados. La Galicia profunda y canibal, con curas puteros, señores puteros, putas señoriales, solteronas enfermizas y enfermos solteros. Lisiados de guerra, lisiados endogámicos, lisiados de los caminos, la guerrilla, la guardia civil y el contrabando con Portugal. Clanes contra clanes, venganzas y reyertas a navaja y locas que tiran piedras a una fuente con las tetas fuera del corpiño para respirar a pleno pulmón. Muertes naturales producidas por el absurdo de una sanidad medieval y una copita de orujo para que entre mejor. Y por encima de todo esto un cielo plomizo, gris, con lluvia perenne, calabobos y vacas con tetas gordas llevadas hasta el prado por niños pastores con mala leche.
Eso, o algo así, es Mazurca para dos muertos. No es fácil. Hasta donde yo he leído no parece haber argumento. Pero te sumerges en una época de candiles, fusiles, navajas, braguetas bajadas y pantalones sucios con malos caminos en los que el narrador, el propio Camilo, el de Cela (así lo nombran en el propio texto), entrevista a ancianas resentidas y amargadas con la vida, que tienen al mismo tiempo un punto de golfería y buen vivir.
Entonces, ¿qué es lo que ha hecho que no pudiera con él? Su densidad. Sin duda. Es como una concentración de materia negra capaz de mover el universo con su capacidad energética. Si se pudieran fabricar motores que funcionaran con literatura, con este libro sin duda llegaríamos hasta Sebastopol sin necesidad de repostar en ninguna otra librería. Me desbordó, sin más. ¿Quién es quién? ¿Quién mató a quién? ¿quién hizo qué? ¿Quién se folló a quién y dónde? Me he perdido. Pues venga otra copita de orujo o, si tenemos a mano, un buen pulpiño y un ribeiro fresquiño, cojona… y a disfrutar. Es una locura. Pero no es una locura cualquiera. Es una locura magistral. Quizás algún día, en otro momento, me enfrente a él de nuevo. Sin duda, vale la pena.